lunes, 29 de agosto de 2011

INVASIÓN - CAPITULO 15


                     DOMINGO 09:00HS…
Todos nos sentamos para escuchar que nos iban a decir los soldados.
Los mirábamos, ellos estaban pálidos. Como si hubieran visto un fantasma.
De pronto, uno de ellos dice:¡ acabamos de ver a unos kilómetros de acá a esas cosas, creemos que es la misma horda que nos cruzamos antes de llegar a la ruta, están muy cerca!.
Todos nos miramos, que rayos. Tenemos que hacer algo rápido sino esas cosas podrían llegar a esta cabaña y destruirla.
Los soldados comenzaron a hablar de lo que podíamos llegar a hacer.
Luego nos pusimos manos a la obra.
Cerramos puertas y ventanas la única puerta que quedo abierta es la del fondo de la cabaña.
A esa puerta la utilizaremos para ver si llegan esas cosas, además los francotiradores se suben al techo y se quedan ahí mirando, según lo que contaron.
Todos estábamos trabajando en la cabaña, hasta Santiago.
La hora pasaba y teníamos que apresurarnos, no sabíamos en que momento iban a llegar si es que llegaban.
Una vez que tapamos las ventanas con maderas y a la puerta principal le hicimos una barricada.
Todos nos sentamos a comer algo, teníamos muchísima hambre.
Santiago me miraba y se reía. Yo hacía lo mismo.
Ni bien terminamos de comer, cada uno se fue a acostar para descansar un poco, ya que habíamos echo mucho desde temprano.
Yo por mi parte me quede en un sillón sentado, hasta que me dormí.
                         DOMINGO 17:00HS…
Me despierto. Con un poco de dolor en la espalda, dormí muy mal.
Me levanto del sillón y comienzo a caminar hacia la cocina, ahí se encontraba mi madre, estaba preparando café.
Saludo a mi madre y luego le pregunto:¿ dónde están todos?.
¡Los soldados con el cura se fueron a buscar algunas cosas al pueblo para comer, y Santiago y su madre duermen todavía!.
Me serví un poco de café y mire a mi madre. Tenía su cara cansada se podía ver que ya no le interesaba más nada. Ya no quería luchar contra todo esto que estaba pasando.
Después de que mi padre murió, ni siquiera hablaba. ¿En qué pensaba?, me preguntaba.
Tomaba el café y pensaba si esto algún día va a terminar.
Me fui hacia afuera de la cabaña. El sol todavía estaba dando su luz. Corría una brisa muy linda no estaba fresco, el clima era perfecto.
Como me gustaría que mi padre este aquí conmigo.
La tarde era perfecta. Fui caminando hasta un árbol y me senté. Disfrutando de la brisa y del hermoso día que fue hoy aunque hayamos pasado todo lo que pasamos.
                         DOMINGO 17:45HS…
Me quede ahí sentado un buen rato. Luego me levante y me fui nuevamente al interior de la cabaña, no había nada para hacer. Estaba realmente aburrido.
Una vez que entre, fui al cuarto donde estaba la radio y me quede tratando de ver si podía comunicarme con alguien. Era realmente en vano, ya que nadie contestaba.
De pronto, escucho la camioneta que llega a la cabaña.
Salgo por la puerta de atrás y cuando los veo a los tres, el cura me dice:¡ rápido no hay tiempo, están muy cerca de aquí, tenemos que prepararnos!.
¡Muy bien!, respondí.
Entre con ellos a la casa nuevamente, los dos soldados agarraron las ultimas pocas balas que les quedaban.
Uno de los soldados me mira y me dice:¡tú vete de aquí, lleva a tu madre, al pequeño y a la mujer a otro lugar. Nosotros te cubriremos. Agarra toda la comida y la camioneta y aléjate de aquí. No pierdas tiempo!.
Yo lo mire y fui en busca de mi madre, de la mujer de Ricardo y de Santiago.
Les dije todo lo que sucedía y lo que iba a suceder.
Agarraron sus cosas, ya estaban preparadas, al igual que Santiago que no entendía lo que ocurría que pasaba.
De repente, unos gritos a los lejos se escucharon. Fue ahí cuando todos nos quedamos callados.
Uno de los soldados se fue hacia afuera. Se subió al techo y miro por donde estaban con su rifle.
Al volver nos dijo que estaban lejos, pero que no teníamos tiempo.
¿Están seguros de que no quieren que me quede?, pregunte.
¡si, estamos muy seguros, ahora vete por que el tiempo se acaba!.
Maldición no quería irme sentía que me tenía que quedar no sé por qué, pero tenía que hacerlo.
Otra vez se escucharon los gritos, uno de los soldados, salió nuevamente y se subió a la camioneta. La encendió. Al escuchar esto, todos salimos.
El soldado que estaba adentro del hammer, nos miró y dijo:¡ con lo que haga ahora aniquilare a estas cosas, pero no pierdan tiempo en irse!.
¿Qué vas hacer?, no hagas ninguna idiotez, le dijo su compañero.
Pero ya era tarde, el soldado salió a toda velocidad con la camioneta iba directo hacia donde estaban los infectados.
Todos mirábamos lo que iba hacer. Se podía escuchar el motor que iba a fondo.
Ya estaba cerca de esas cosas. Ni bien vieron la camioneta, todos se echaron contra ella. Comenzaron a seguirla, hasta que no pudimos verlos más.
Tan solo se escucha en el silencio de este lugar la camioneta. Luego se escucha que frena.
Nadie levantaba la voz, que rayos estaba pasando allá a lo lejos que no podíamos ver.
Luego se escucharon unos disparos, todos esperaban que suceda lo que todos estaban pensando.
Fueron unos dos minutos, cuando se escuchó una terrible explosión.
¡nooooooooooooooo!, grito su compañero.
Luego comenzó a disparar, tenía mucha bronca.
Cada vez quedamos menos, pensé. Que rayos íbamos hacer ahora.
Nadie dijo nada todos nos fuimos adentro después de esta escena. Ahora si debemos quedarnos aquí. No tenemos camioneta. Y nos quedan pocas balas.
¿Cómo vamos hacer si viene una horda?, me pregunte.
El cura se persignaba, pero dios se había olvidado de nosotros. No pertenecíamos en la lista de sus milagros. Pertenecíamos en la lista del ángel de la muerte.
                       DOMINGO 20:30HS…
La noche ya llego. El único soldado que quedaba estaba arriba del techo con su rifle.
El cura recorría los alrededores sin alejarse, y yo estaba en la puerta de la casa.
Todo estaba muy silencioso, la luna plateada ahí suspendida en el cielo, alumbraba todo el campo.
Esperemos que esta noche, sea una noche tranquila.
Cuando se cumpla la medianoche, los tres volveríamos a entrar, para poder descansar.
Mientras tanto teníamos que quedarnos aquí.
Estando aquí afuera, pensaba por que no agarre la camioneta y me fui bien lejos. Tendría que haberle hecho caso al soldado. No me tendría que haber quedado. Me arrepiento de lo que hice, ahora por lo menos tendría un vehículo y mi madre, Santiago y su mama estarían a salvo.
Estando aquí afuera, puedo sentir el aroma a la comida.
Tengo muchísima hambre, no me importa que hagan de comer tan solo quiero tener algo en mi estómago.
A lo lejos veo al cura que se viene acercando a mí.
Y una vez que está conmigo, saca un cigarrillo y lo enciende.
¡No pensé que fumaba padre!.
¡Hijo de que vale la vida en este momento, por lo visto el de arriba nos dejó aquí varados, sin saber a dónde ir!.
Me ofreció un cigarrillo y yo lo tome. Lo encendí y comencé a fumar. En eso aparece el soldado y le pide que le convide un cigarrillo. El padre saca uno y se lo da.
El soldado enciende el cigarrillo y lo comienza a fumar, muy tranquilamente.
No hablábamos tan solo fumábamos como si estos cigarrillos fueran los mejores del mundo.

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