viernes, 10 de febrero de 2012

El Arlequin Don Pipo... por Luigi Baldi.

estoy solo en mi casa
como casi todo los dias
solo solo muy solito
solo solo en mi casita

pero hay algo diferente
una cosa que es extraña
una cosa que esta ahi
una cosa milenaria

¿que carajo es ese ruido?
¿y de donde es que proviene?
creo que esto no es común
creo que se de donde viene

esta obscura la piezita
y ese ruido me mantiene
con los ojitos abiertos
y no quiero que estos tiemblen

tomo un poco de coraje
me levanto de la cama
agarro mi navajita
y miro por la ventana

solo veo cinco cosas
una es un arbolito
las otras son cosas peludas
las otras son cuatro perritos

cuando pense que no habia nada
escuche ese ruidito
pero ahora era mas fuerte
ahora dava mas miedito

era un ruido muy loquito
como de cascabelitos
que venia desde baño
y yo muy asustadito

me puse mis ojotas
despues abri la puertita
me encamine hacia el pasillo
que estaba en la cocina

ahi se escuchaban cosas
susurros y risitas
como si hubiera muchos chicos
burlandose de mi personita

entonces yo volvi
pero bien bien rapidito
con mi navajita en mano
me escondi en mi cuartito

cerre la puerta con llave
porque estaba asustadito
me acerque a la ventana
y mire el patio un ratito

ahora habia algo raro
algo feo y rojito
algo que te descompone
que te deja mareadito

eran los cuatro perritos
que no estaban contentitos
porque estaban degollados
colgados del arbolito

yo me quede asustado
pero muy enojadito
entonces me fui al baño
aver que era ese ruidito

caminaba por el pasillo
con la frente bien en alto
ignorando las burlas
de esos niños imaginarios

llege hasta la puertita
de mi tan temido baño
de donde provenia
ese ruido tan extraño

entonces pose mi mano
sobre ese feo picaporte
que estaba ya muy viejo
y era de color ocre

lo gire muy lentamente
y se abrio la puertita
entonces prendi la luz
y habia una ratita...

esa rata picarona
que a mi me dio tanto miedo
le encaje una patada
y se fue para su aujero

entonces yo ya calmado
me iba a mi cuartito
cuando dijo mi cabeza
¿que paso con los perritos?

Ahí senti un escalofrio
algo raro en la espalda
como si alguien me tocara
con una mano muy helada

Se me fue todo el aliento
y reaccione casi al instante
me di vuelta rapidito
y atras mio no habia nadie

Yo me puse muy nervioso
y empeze a gritar
entre otra ves al baño
y me fui a resvalar...

Entonces cai al suelo
y senti un dolor muy fuerte
era mi mano en mi panza
y mi navaja en mi bientre

Me quede paralizado
observando la herida
ya me estaba desangrando
y mi cabeza se caia

Entonces di un suspiro
ya todo estaba perdido
luego apolle mi cabeza
casi me quedo dormido

Pero eso no paso
porque note algo extraño
una figura frente a mi
parecia un señor de antaño

Era un alguien muy flaquito
con ropa muy chistosa
con un gorro de arlequin
y sonrisa algo morbosa

Este hombre me miraba
me miraba y se reia
que juglar tan picaron
se reia y yo moria

Se acerco a mi cabeza
puso su mano en mi cara
para asi cerrar mis ojos
y luego se marchaba

Yo moria pensativo
dije ¿quien sera este tipo?
y entonces sonrei
já,
era el arlequín Don Pipo.

miércoles, 1 de febrero de 2012

MI HERMANO MARTIN. BY JACINTO EL RESENTIDO.

Llego hambriento a casa después de un largo día de escuela. Me dirijo de inmediato a la cocina. Mamá está preparando la comida. La saludo y apenas responde con un “hola”. Noto apagado el tono de su voz y me parece raro, aunque no digo nada. Mamá es una mujer temperamental y prefiero evitar represalias. 
Me siento a la mesa y tomo el control remoto. Cambió de canal para no ver el noticiero. Me fastidia tener que almorzar escuchando noticias de crímenes. No entiendo a la gente que encuentra placer en el amarillismo. Me parece de muy mal gusto esa insaciable sed de sangre. 
Mamá no se enoja cuando inicio el zapping. Normalmente tiene el televisor prendido para escuchar otras voces. Su única compañía durante la mañana es mi hermanito. Se llama Martín, tiene dos años y heredó el carácter de Mamá. Chilla como un puerco la mayor parte del tiempo. No hay que ser muy perspicaz para darse cuenta que desde su nacimiento ha consumido física y mentalmente a nuestra madre, que casi no duerme y ha perdido varios kilos junto con su escasa paciencia. 
Mamá sigue cocinando y yo cambio de canales sin un plan fijo, solo por hacer algo mientras espero la comida. De pronto, al pasar por los canales codificados (que no tienen sonido) me percato de algo: hay un profundo silencio en toda la casa. Frunzo el ceño imperceptiblemente y le pregunto a Mamá:
- Mami… ¿Y Martín?
Ella se da vuelta. Viene hasta mí el vaho que sale de la olla que está apenas destapada. Es carne picada que se cocina. Tiene un olor intenso, penetrante, distinto. En la olla de al lado hay puré. Concluyo que comeremos pastel de papas. Pero no es esto lo que llama mi atención. Es más bien la cara de Mamá lo que me preocupa. Sus ojeras están más marcadas que nunca. Son lonjas moradas, profundas. La transpiración cae de sus sienes sobre las pálidas mejillas. Su expresión parece tranquila. Sin embargo, la leve sonrisa no concuerda con su mirada abstraída. 
- ¿Martín? – dice como si no entendiera lo que le pregunto.
- Sí, Mamá, Martín, ¿adónde está? ¿Lo llevaste a lo de la abuela?
- Martín está descansando, querido.
Se hace un profundo silencio. En la calle se escucha el camión del repartidor de soda. Los perros de enfrente ladran.
- ¿Falta mucho para la comida? – pregunto para cortar la tensión.
- No querido, un ratito nomás – dice ella con una voz metálica, impersonal. 
- Voy afuera – le respondo mientras salgo al patio de atrás, mirándola mientras enarco una ceja.
En el jardín el clima es agradable. Hay sol y corre viento. Me acerco hasta la vieja hamaca. Al lado de uno de los postes está la número 5 con su cuerina estropeada. En el fondo del terreno, Rambo, nuestro ovejero alemán, parece entretenido con un nuevo juguete. Lo tiene entre sus patas y lo huele. Parece una pelotita de ping-pong con una piola roja. Me imagino de inmediato que rompió la paleta que me regaló Mamá la última vez que fuimos al pueblo. Me acerco indignado a retarlo por el daño hecho.
Una vez que estoy al lado suyo, me doy cuenta de que no es una pelotita lo que tiene. Se nota que su contextura es más blanda, pues las uñas de sus patas se hunden en esa superficie. Cuando con un lengüetazo da vuelta el objeto, me paralizo: una pupila celeste me indica que se trata de un globo ocular pequeño. Como el de mi hermano Martín.