sábado, 27 de agosto de 2011

INVASIÓN - CAPITULO 13


El tiempo corría cada vez más rápido. El soldado trataba de encontrar la bala en el cuerpo de mi padre.
Su mano estaba adentro del agujero que le había hecho su rifle.
De pronto, mi padre comienza a gritar del dolor. El tenía su mano en la mano de mi  madre.
Pero aun así, no se tranquilizaba y gritaba cada vez más fuerte.
Santiago estaba con los ojos tapados y la mujer de Ricardo lloraba sin parar.
Había mucha sangre por todo el lugar. Y mi padre perdía cada vez más y más sangre.
Los gritos eran muy fuertes, y de pronto sucedió lo que nadie de nosotros queríamos que pase. Mi padre comienza a entrar en paro.
El soldado comenzó a trabajar para que el no pierda esta batalla. Pero había perdido mucha sangre.
Y no lo logro, mi madre comenzó a llorar, sin parar, gritando e insultando a los soldados por lo que le hicieron a mi padre.
Por mi parte lo único que hice fue tirarme en un rincón a llorar. Sin parar.
El soldado que estaba atendiendo a mi padre se acerca a mí y me dice:¡ perdón, no lo pude lograr, pero si le saque la bala, perdió mucha sangre. Por eso no aguanto, lo lamento muchísimo!.
Yo lloraba no podía detenerme, ni siquiera podía contestarle a él.
Todo estaba mal, antes Ricardo ahora mi padre. ¿Quién más va a morir?.
Ya no soporto más nada.
De pronto, de los nervios que tenía me levanto y me voy hacia afuera, sin importarme de que esas cosas estén acá.
                            SABADO 20:00HS…
Estaba sentado en el patio de invierno del hospital. Solo llorando. La situación se está poniendo cada vez peor.
Tengo rabia por dentro porque mi padre ni siquiera fue asesinado por una de esas cosas, sino por un estúpido soldado.
¿Y ahora que queda por hacer?, me pregunto.
La única persona que me queda es mi madre. Por ella tengo que estar bien.
Entonces me paro y voy hacia la sala. Hago unos pasos, pero escucho un ruido. Que rayos.
Me escondo justo detrás de la puerta de una oficina de algún doctor. Cierro la puerta lentamente y miro por la ventana.
Veo que pasa una de esas cosas. Caminando muy lentamente. Maldición, pienso por dentro.
Seguramente habrá más de esas cosas. Debo salir rápido de aquí. Si no habrá problemas.
Espere a que esa cosa se aleje un poco. Luego me asome por la puerta.
Ya no estaba ese maldito infectado o mejor dicho se había ido a otro sector del hospital.
Aprovecho el momento y salgo.
Fui corriendo hacia la sala en donde estaban todos.
Una vez que llego, veo que mi padre todavía estaba ahí y junto a él estaba mi madre, con su cabeza en el pecho. Llorando. Todos estaban mal, menos los soldados que estaban con sus caras rígidas como si estuvieran congeladas.
Pero no podía esperar más esas cosas seguramente ya están acá adentro y nosotros no lo sabemos. Entonces les digo:¡ vamos acabo de ver a uno de esos infectados, debemos irnos de aquí rápido, sino será demasiado tarde!.
Los soldados agarraron sus rifles y salieron preparados.
Yo agarre a mi madre y a Santiago con su madre, y los saque de la sala.
Pero necesitaba despedirme de él. Necesitaba despedirme de mi padre.
Camine hasta su cuerpo que estaba en esa camilla de hierro, fría como la misma muerte.
Tan solo lo mire, tenía sus ojos abiertos. Se los cierro y le digo: ¡gracias por todo lo que me enseñaste en esta vida, te prometo que cuidare a mama, como lo hacías vos. Y prometo que tratare de volver a traer aquel futuro feliz que vos querías!.
Le di un beso en la frente. Y me fui.
Tenía que mirar adelante por más duro que sea todo esto. Estaba mi madre, Santiago y la mujer de Ricardo ellos también me necesitaban.
                      SABADO 20:30HS…
Ya estábamos caminando por el pasillo. Los dos soldados iban con sus rifles apuntando hacia adelante.
De pronto, se escucha un ruido. Uno de los soldados le hace una seña al otro con la mano.
Todos nos detenemos, mientras que el que hizo la seña, avanza hacia el final del pasillo. Con su rifle siempre hacia adelante.
Todos estábamos atentos y esperando cualquier cosa.
De repente, el soldado nos mira y grita :¡ corraaaan!.
Todos nos volvimos hacia atrás y empezamos a correr, mientras lo hacíamos, se podían escuchar los disparos que tiraba contra esas cosas. Pero hacia dónde vamos ahora.
Estamos llegando al final del pasillo, no tenemos escapatoria.
Hasta que por suerte, vemos unas escaleras.
Comenzamos a subir por ellas, sin saber que nos esperaba del otro lado.
Los disparos se escuchaban y ahora los dos soldados eran los que tiraban.
Mientras esto sucedía uno de los soldados decía :¡ vamos suban rápido y traten de refugiarse dónde puedan!.
Creo que estábamos en el segundo piso del hospital, de repente una puerta se abre y sale un hombre todo vestido de negro con una escopeta.
Nos hace una seña con la cabeza que entremos, nosotros lo hacemos y luego el cierra la puerta.
Nos mira y nos dice:¿ hay alguno más?.
¡si, dos más!.
El abre nuevamente la puerta y se escucha como va avanzando hacia las escaleras. Luego disparos de su escopeta que parecía que tenía un cañón y no un armar del calibre que el portaba.
De pronto, el silencio volvió a apoderarse del hospital.
Nuevamente los pasos se escucharon. Pero esta vez eran de los soldados y las de este hombre que no sabíamos quién era, pero que nos había ayudado.
                     SABADO 21:00HS…
Estábamos adentro de este lugar. Era como una especie de cuarto, que tenía un baño, una cocina, un pequeño comedor, heladera.
Este hombre nos ofreció agua y comida. No nos habló hasta que todos nos tranquilizamos.
Después de un rato, comenzamos a charlar.
¿Qué hace usted aquí solo, en este lugar?, pregunte.
¡Soy el cura de la capilla que está aquí en este piso y este es mi cuarto. Solo estoy en este lugar los domingos, cuando llegue aquí recuerdo que ese día todo se descontrolo en este lugar!.
Pero,¿ cómo hace para comer?. Pregunto mi madre.
¡ Salgo con esta escopeta y cruzo del lado de enfrente, hay un supermercado y agarro para comer, obviamente estoy a comida enlatada!.
¿No encontró a nadie más?. Pregunte nuevamente.
¡No, ustedes son los primero que veo. Lo único que pude hacer fue refugiarme en mi lugar, espere a que todo pase, pero nunca paso. Por suerte aquí estoy seguro, de vez en cuando me voy a la capilla y rezo!.
Nadie dijo nada, todos se quedaron pensando. Que esto ya no tiene solución.
                         SABADO 21:30HS…
Santiago estaba durmiendo al igual que mi madre. La mujer de Ricardo estaba tomando un té, lo soldados tomaba un whisky que encontraron en un armario, el cura rezaba, yo tan solo estaba sentado mirando lo que hacía cada uno.
Me levanto de la silla en la que estaba sentado, y camino hacia una ventana que está cerrada.
Cuando llego a ella la abro, y veo que esta todo oscuro. Desde la ventana se podía ver el hammer que estaba estacionado. Ahí estaban nuestras armas. No se veía ninguna de esas cosas, quizas este era el momento de ir a buscar nuestro armamento.
Hable con los soldados y estaban de acuerdo conmigo, de ir a buscar las armas que se encontraban en el vehículo.
El cura también nos iba a acompañar. Ahora somos tres por suerte.
Salimos del cuarto, todos estaban armados menos yo.
Bajamos las escaleras, y caminamos por el pasillo.
Estaba todo oscuro y en silencio, solo la luz de la luna alumbraba el interior del hospital.
Llegamos a la puerta principal, andaban tan solo unos pocos infectados en la calle.
Los soldados miraron bien si había más, pero por suerte eran pocos.
Hicimos un plan para salir en busca de nuestro armamento. Y una vez que estábamos de acuerdo, lo llevamos a cabo.
                           SABADO 22:00HS…
Los soldados salieron a la puerta, el cura se quedó haciendo guardia y yo Salí con ellos dos.
Tenía que ir hasta el hammer que no estaba tan lejos, pero aun así con esas cosas caminando si estaba lejos.
Los soldados me iban a dar la orden para ir a buscar las armas.
Los mire a los dos y ellos me dieron el ok para ir.
Salí corriendo hacia el vehículo, de pronto escucho los gritos de los infectados que estaban en la calle.
Los dos soldados dispararon contra ellos. Los liquidaron al instante. De pronto aparecen unos cuantos más.
Yo ya estaba en la camioneta. Agarre el bolso con las armas y Salí corriendo hacia la puerta del hospital.
Mientras me acercaba a la puerta, podía ver que eran como unos casi veinte si no me equivoco.
Entonces saque una ametralladora la cargue y comencé a disparar contra ellos.
Liquide a bastantes pero todavía había más y yo me había que dado sin municiones.
Agarre nuevamente el bolso que estaba en el piso y corrí hacia la puerta.
Por suerte ya estaba ahí, y los soldados tomaron su retirada muy lentamente.
Pero antes de que nos vayamos, el curo dijo:¡tenemos que matarlos a todos sino vendrán más!.
Entonces los soldados cargaron sus rifles y yo mi ametralladora. Y una vez que hicimos esto, salimos y comenzamos a disparar contra ellos.
Nos tomó tan solo unos cinco minutos matar a todos. Luego nos fuimos nuevamente hacia el cuarto.
                       SABADO 23:30HS…
Ya estamos adentro del cuarto del cura. Nos sentamos y charlamos un rato, comimos algo y luego cada uno se puso a hacer algo.
Santiago se durmió al igual que la madre.
Mi mama se recostó sobre un sofá que había y estaba a punto de dormirse.
Los soldados, el cura y yo, nos quedamos hablando de lo que íbamos hacer.
¿Cuál es el próximo plan?, pregunto un soldado.
¡Yo diría que nos vayamos de aquí, este lugar ya no es seguro. Tenemos que hammer afuera, esas cosas van a volver pero serán más que esas que matamos!, respondió su compañero.
El cura y yo pensábamos lo que dijo el soldado, hasta que de pronto, el cura pregunto:¿ y a dónde iremos?.
¡Podemos volver a donde estábamos nosotros es un descampado tenemos muy buena visión ahí. Además a unos kilómetros manejando hacia el campo, tenemos una cabaña!.
¡Muy bien!, dijo el cura.
No deje a que diga algo el cura y pregunte:¿ cuándo nos vamos entonces?.
¡Mañana temprano, partiremos a las cinco!.
¡Muy bien!, dije.
Me levante y el soldado me dijo: ¡no tenemos muchas municiones allá en donde estamos nosotros tenemos algunas más. Por eso hay que ir a la cabaña!.
Yo asentí con mi cabeza y me fui a un sillón que había y me tire a dormir.
Mañana debemos irnos a la cabaña. ¿ Será nuestro último refugio?.

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