jueves, 25 de agosto de 2011

INVASIÓN - CAPITULO 11


Esas cosas ya estaban adentro, mi corazón se aceleraba cada vez más, tuve una explosión de adrenalina en mi cuerpo que lo disfrute mucho.
Le hice una seña a mi padre para que corramos. El me entendió y salimos como una bala. Mi madre venia agarrada de su mano.
Lo hacíamos con todas las fuerzas aunque estábamos cerca, parecía que quedaba a mil kilómetros el lugar.
Ellos venia corriendo rapidísimo, yo miraba para atrás y los podía ver que se venían aproximando.
Por suerte llegamos al galpón, Ricardo ya tenía el auto encendido.
Me subí en el asiento del acompañante del auto. Y una vez que todos estábamos arriba, Ricardo arranco el vehículo.
Salimos del galpón y ya esas cosas habían tomado toda la base. Estaban haciendo una masacre, estaban matando a todos.
Había demasiados. Mataron a niños, mujeres, hombres y abuelos.
Esto era el apocalipsis. Nosotros todavía no habíamos llegado al portón. Pero estábamos cerca. Los malditos se nos pegaban contra las ventanillas del auto y otros se tiraban encima y golpeaban el parabrisas.
Necesitábamos salir ya de este lugar, pero cada vez teníamos más arriba del auto. Ni siquiera con las armas que tenía acá podía dispararles, porque si abro la ventanilla van a agarrarme.
Ya pasamos el portón, pisando a todo lo que se cruce, infectados, personas lo que sea.
No se pueden imaginar la cantidad de esas cosas que había en este lugar pareciera que todo el mundo está infectado y están acá.
Pero todo no iba a salir bien. Cuando estábamos por tomar la ruta, un jeep nos golpean con muchísima fuerza. Ricardo pierde el control y se estrella con un árbol.
Ahí fue cuando todo se puso negro en mí.
Creo que fueron cinco segundos que estuve aturdido por el golpe. Tenía sangre en la cara. Mire para atrás del asiento y vi que todos estaban tratando de rehabilitarse. El auto había quedado hecho trizas.
De pronto, veo por uno de los espejos retrovisores que se están acercando a nosotros esos malditos. Entonces tomo un respiro y digo:¡ vamos todos afuera tenemos que salir de aquí!.
Todos me escucharon y salieron, pero Ricardo no se movía. Me volví, y lo moví, pero no estaba vivo. El choque hizo que se golpee la cabeza y pierda masa encefálica. Ya estaba muerto. Su mujer lloraba sin cesar. Nadie podía decirle nada. Nadie sabía que decirle mejor dicho.
Pero este no era un lugar como para dar condolencias a nadie. Le dije a mi padre que tome un arma y que me dé una ametralladora.
La cargue, el hizo lo mismo con lo suyo. Y comenzamos a disparar. Estaban en todos lados. Debemos abrirnos camino. Fuimos disparando y avanzando.
Pero en un momento, ya no teníamos tanta velocidad para cargar el arma y disparar. Y ellos estaban cada vez más cerca. Estábamos rodeados. No teníamos escapatoria. No sabíamos que hacer, hasta que llego el helicóptero y disparo contra todos los infectados. Y ahí fue cuando pudimos salir corriendo.
El helicóptero se fue a toda velocidad hacia la base, iba muy bajo volando, y disparando a los infectados.
Nosotros seguimos corriendo con todas nuestras fuerzas. La esposa de Ricardo no dejaba de llorar, Santiago tampoco.
Ya estábamos lejos aunque no tanto, pero si más seguros, había pocos de ellos por donde estábamos y eran fácil de matar.
No sabíamos a donde ir, estábamos corriendo sin rumbo. ¿Cuánto más podíamos correr?.
No termine de pensar esto que mi madre se desplomo.
¡No puedo más!, decía.
Mi padre la levanto y siguió. Él tampoco podía más, pero no quería morir.
De pronto, la esposa de Ricardo dice:¡ ala podemos ir, ese lugar es seguro!.
Fuimos hacia donde ella dijo.
Era como una especie de galpón abandonado. Tenía unas paredes muy altas, y justo al final de la pared un agujero, tapado con una chapa.
Ella lo corrió y se metió con Santiago, atrás de ella entraron mis padres. Yo espere a que entren, mientras mataba a algunos de esos malditos. No sea cosa de que vengan más.
Una vez que entre tape el agujero con la chapa y lo trabe con un palo que había tirado. Seguramente alguien también lo uso.
Todos nos sentamos en el piso. Estábamos cansados.
Santiago, de repente, se larga a llorar y comienza decir:¡ yo no quiero estar acá, tengo miedo!.
La madre lo tomo entre sus brazos y lo calmo y le dijo que todo iba a estar bien.
Yo lo miraba y pensaba que afortunados que fuimos. Podríamos haber muerto en este lugar.
Me tire al piso y mire el cielo. Estaba celeste. No había ninguna nube. No sabía la hora que era. Tampoco me interesaba saberla.
De pronto me levanto y le pregunto a la esposa de Ricardo :¿ cómo sabias de este lugar?.
¡Este fue el último lugar donde estuvimos con Ricardo!, me dijo.
Yo me quede pensando.
¿Entonces la horda ataco este lugar?, pregunte.
Si aquí atacaron, y nosotros escapamos.
Maldición, pensé. Entonces esta horda hace rato que viene claro están hambrientos.
Luego no dije más nada, y todos nos quedamos callados.
Mi madre estaba aferrada a mi padre, no lo soltaba y no dejaba de llorar.
Vivimos una situación muy fea hace un rato.
Yo me puse a cargar las armas teníamos que estar preparados.
De repente, pasa el helicóptero por encima de nosotros.
Veo que comienza a girar, y toma una dirección hacia donde estábamos nosotros. Se acercaba, vendrán a buscarnos, pensé.
Pero cuando llego a donde estábamos nosotros comenzó a bajar muy lentamente, hasta que toco tierra.
Levanto una polvareda terrible. Nos tapamos los ojos hasta que se detuvo.
Una vez que el helicóptero se apagó. Bajaron los pilotos y vinieron hacia nosotros.
¿Son solo ustedes los que están en este lugar?.
¡Sí!; respondí.
¡Muy bien queremos decirles, que no vuelvan allá. Esta minado de esas cosas el lugar. Les conviene que se queden aquí!.
Nadie dijo nada.
Luego los dos se dieron media vuelta y se subieron al helicóptero. Lo prendieron, se elevaron y se fueron.
Nosotros nos quedamos mirándonos uno con otros.
¿Qué íbamos hacer ahora?; me preguntaba.
¿A dónde íbamos a ir a buscar comida?.
Lo peor de todo es que esas cosas ahora andan de día. No lo puedo creer, que vamos hacer.
Todo ese futuro que estábamos construyendo, está cayendo en un pozo sin fondo como antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario