SUBESSE IN TENEBRIS
(EL RESURGIR DE LAS TINIEBLAS).
PARTE 2.
Capítulo 8.
Una gota
despertó al cura. Se encontraba nuevamente en aquel campo, justo en donde aquel
gigantesco guardia iba a cortarle la cabeza.
Levanto su
cabeza y miro hacia sus costados. No había nadie. Tan solo él estaba ahí
tirado.
Se levantó
muy lentamente, pudo sentir que su espalda estaba húmeda, ya que el pasto
estaba mojado.
Una vez que
estuvo de pie, se dio cuenta que recién estaba amaneciendo en aquel lugar.
Hacía mucho frio.
Comenzó a
caminar muy lentamente, adentrándose por el campo.
No podía ver
por donde pisaba, ya que los rayos del sol todavía no habían invadido todo el
bosque.
Caminaba y
caminaba, solo. Pero, ¿A dónde iba?.
Algunos ojos
brillantes de algunos animales nocturnos, lo espiaban desde la altura de los
grandes árboles.
Estuvo
merodeando por el bosque unos quince minutos, hasta que se encontró con una
gran muralla.
Miro para
arriba y vio que era muy alta. No iba a poder saltarla.
Entonces, comenzó
a seguirla. No le importaba cuanto más tenía que caminar, pero iba hacerlo.
Algo en su interior decía que lo debía hacer.
Camino un
largo tiempo siguiendo el mural. Tanto, que el sol ya estaba brillando con todo
su esplendor.
De pronto,
escucha algunas personas a lo lejos. No sabía de donde provenían las voces, si
del otro lado de la muralla o de más adelante.
No podía ver
nada. Buscaba esas voces, pero no podía saber su ubicación.
Luego de
caminar un largo rato, las voces ya no se escuchaban y a los lejos se podía ver
como una especie de laguna.
Cuando pudo
llegar hasta ella, sus ojos vieron el lugar más hermoso del mundo.
Se quedó
parado mirando unos minutos. No podía creer lo que estaba viendo.
Era una gran
laguna, con sus plantas acuáticas con flores perfectas. Algunos patos nadaban
tranquilos y se también se podían ver algunos lugareños pescando en un pequeño
bote, que seguramente ellos con sus propias manos construyeron.
Se fue
acercando lentamente, hasta que vio su cara reflejada en el agua.
Podía ver
los peces nadar, su agua era cristalina.
Hasta que,
de pronto, ve a aquella mujer que había encontrado. Aquella mujer perfecta que
le llamo tanto la atención, que se había olvidado que su amor era de dios y no
de esa mujer perfecta.
Ella
caminaba por la orilla del lago, disfrutando la mañana. De pronto, ella lo ve y
sonríe.
Él se quedó
petrificado, no sabía qué hacer. Pero, ella si sabía qué hacer.
Fue
costeando el lago hasta llegar al cura y como aquella primera vez en que se
miraron a los ojos, se tomaron de la mano y se fueron de ese lugar,
adentrándose nuevamente en el bosque.
No emitían
sonido, ninguno de los dos hablaba.
El tan solo,
la seguía sin preguntarle a donde van.
De pronto, él
puede ver, una pequeña cabaña. Parecía abandonada.
Ella se
soltó de la mano del cura y salió corriendo hacia aquel lugar. El tan solo la
miraba. Miraba como corría y como su pelo perfecto se deslizaba por el viento.
Una vez que
ella llego a la puerta de aquella cabaña, dio medio giro con su cara y tan solo
con una mirada le dijo lo que quería de él.
El cura,
entendió su llamado y fue caminando muy lentamente hasta llegar a ella.
Entraron y
pudo ver una cama grande. Ella, lo llevo a él, hasta la cama y lo sentó.
Luego la
mujer fue hacia una gran máquina, que para el cura, parecía extraña. Ya que
todo parecía la edad media.
Pero dejo de
pensar en eso, y fue cuando ella tomo como una especie de disco vinilo y lo
puso en la gran máquina.
Fue ahí
cuando el cura se dejó llevar por la música.
Ella giro
muy lentamente, parecía que su movimiento estaba sincronizado con la música.
Comenzó a
caminar muy lentamente, mientras el “adagio” de Tomaso Albinoni, ambientaba ese
momento. Parecía una novela de amor.
Ella se
acercaba a él y cuando llego a estar frente al cura, dejo caer su ropa muy
lentamente.
No podía
creer lo que veía, era el cuerpo más perfecto del planeta. Ella tomo su mano e
hizo que lo acaricie. Él sintió la piel como si fuera seda. Suave. Perfecta.
Ella inclino
su cuerpo quedando frente a frente con su cara y le dijo:
-. Tú, serás mío.-
Fue ahí
cuando ella lo beso apasionadamente. Él se dejó llevar por ese momento,
olvidándose de todo.
Olvidándose
que estaba traicionando a dios.
Sus besos
fueron de fuego, sus manos contenían brazas.
Todo ese
momento fue único. Podía sentir en su pecho la presión. Mientras él, descubría
los secretos más puros de aquella dama. Aquellos secretos que a nadie conto.
Pero, de
pronto, unos guardias rompen la puerta.
-.
¡Ahí esta!, captúrenlo.-
El cura, no
tuvo tiempo a escapar. Y un golpe fue el que lo desmayo. Viendo como última
imagen a la bella mujer.
-.¡despiértate!.- alguien dijo.
El cura sacudió
su cabeza, y miro a su alrededor.
Había muchos
guardias, lo miraban fijo.
Trato de
moverse, pero se dio cuenta que estaba encadenado. De pies y mano.
-.¿Qué sucede aquí?.- dijo
el cura.
Pero nadie
contestaba su pregunta.
-. Escúchenme, ¿Qué está
sucediendo aquí?.- volvió a preguntar.
Nuevamente, nadie
respondió a su pregunta.
De pronto,
unos pasos se escucharon. Y la puerta de aquel cuarto se abrió muy lentamente.
Vio entrar a
un hombre vestido con un traje de color blanco, con una corbata roja que
combinaba con el pañuelo de color rojo que tenía en el bolsillo del saco.
Se acercó
muy lentamente hacia el cura, lo miro y no dijo nada.
-. Oiga,¿ Quién es
usted?.- pregunto el cura.
-. ¡Cállate!.-
grito el hombre de blanco.
El cura no emitió
sonido.
-. ¿Tú
sabes quién soy?, ¡jajajajaja!. Pues, claro que no lo sabes. Yo soy el padre de
la adorable muchacha. Si, la muchacha con la que estabas acostado haciendo
asquerosidades. Maldito degenerado.- Luego de decir esto, le dio una bofetada
en la cara que le dejo sangrando el labio superior al cura.
-. Señor,
yo no sabía que era su hija. No sabía. No me haga daño. Solo soy un simple
cura. No quería caer en la tentación.- dijo el pobre hombre de dios.
Al escuchar
esto, se le pusieron los ojos rojos al hombre de blanco. La furia recorría su
cuerpo.
-. ¿Eres un hombre del señor?.-pregunto el
hombre.
-. Sí, señor. No me haga daño por favor. Limpiare
mis pecados.- dijo el cura.
-. No, yo limpiare tus pecados.- dijo el
hombre de blanco.
Hubo un
silencio.
-. ¡¡¡SALGAN TODOS DE AQUÍ!!!.- grito el
hombre.
Una vez que
el cura y él se quedaron solos en el lugar, Él le dijo:
-.tú quieres lavar tus
pecados, por haber hecho, lo que hiciste con mi hija.¿ no es así?.- dijo el
hombre de blanco.
-.si, señor. Dios me ayudara.-respondió el
cura.
-.¡¡¡jajajajajjajaja!!!.-rió
muy fuerte. Luego se puso serio.
-. Aquí no existe ningún dios que pueda
ayudarte, solo yo. Yo soy el único dios en este lugar.- dijo el hombre.
-.¿ qué?.-
pregunto el cura.
-. Lo que escuchaste, este es el reino del
infierno. Y no creo que tu dios quiera ayudarte en este momento después de
abusar de mi pobre hija.- respondió el hombre.
-.¿qué?,
no puede ser posible.- dijo el cura.
-. Si,
querido amigo, me presento.- dijo- Soy lucifer.-
El cura, no sabía
qué hacer. Tan solo lo miro a los ojos.
-. Esto
es lo que haremos. Como tú entraste a mi reino, yo seré quien te limpie de tus
pecados. Pero, quiero decirte, que no es casualidad todo esto. No existen las
casualidades. Yo vengo observándote desde hace mucho tiempo, y esto era lo que
el destino quería que pase.- dijo Lucifer.
-. No,
déjame. Déjame ir.- dijo el cura.
-. ¡NOOOOOOOOOOOO!.- grito
Lucifer.
Comenzó a
rezar el padre nuestro, pero no resultaba.
-.¡¡¡jajajajajajaja!!!, ¿crees que ese
pobre rezo te salvara de mí?.- pregunto Lucifer.
-.si, el señor me protegerá.-
respondió el cura.
-. El
señor, no te protegerá. Porque tú envidias al cardenal. Quieres su poder. Eso es
lo que anhelas. Quieres poder. Entonces yo puedo ayudarte. Dios ya no existe
para ti.- dijo Lucifer.
Al escuchar
eso, el cura levanto la mirada y dijo:
-. Nunca traicionaría, a mi
maestro.- respondió el cura.
-. Yo dije lo mismo.- dijo
Lucifer.
Luego, le
dio un empujón que fue como si un choque eléctrico de miles de voltios sacudiera
todo su cuerpo.
-.
¡¡¡AAAAAAAAAAAAHHHHHH!!!.- grito el cura con sus ojos abiertos.
De pronto,
escucha que golpean una puerta.
Trato de
volver en sí, y cuando lo logro. Se dio cuenta que estaba en su cuarto, y el
que golpeaba era el cardenal.
-. ¿ Estás bien?.- pregunto.
-. Sí, señor. Solo una
pesadilla.- respondió el cura.
-.muy bien, vístete. Nos vamos
a Italia.- dijo el cardenal.
Luego de
escuchar esas palabras, el cura se quedó pensando en Lucifer.