viernes, 26 de agosto de 2011

INVASIÓN - CAPITULO 12


Nos quedamos adentro de ese lugar, sin saber que íbamos hacer.
No sabía la hora. El sol estaba fuerte, seguramente ya era mediodía.
Santiago ya se estaba quejando de que tenía hambre. Pero la madre no hacía caso de lo que le sucedía a su hijo.
Yo pensaba que no va a faltar mucho para que empiece a llorar por el hambre que pasa.
Mi padre estaba tranquilo y por suerte mi madre ya se había tranquilizado también, después de tanto llorar.
Yo por mi parte me levante y me fui hacia donde estaba la entrada del lugar. Me asome y vi que andaban algunas de esas cosas que asesinaron a toda la base.
Ya había pasado un poco de tiempo, desde el ataque, y por lo lejos se pueden escuchar algunos disparos.
De pronto, puedo ver desde arriba que se acerca el helicóptero nuevamente hacia donde estamos nosotros.
Una vez que está encima de nuestras cabezas, comienza a bajar lentamente.
Nosotros nos tapamos los ojos, por la tierra que levantaba al bajar el helicóptero.
Cuando toco tierra, bajo un tripulante de la nave y vino hacia nosotros.
Fui hacia donde estaban mis padres para ver qué era lo que les decía el soldado.
Nos saludó y luego nos dijo: ¡ señores suban al helicóptero, los llevaremos a un lugar más seguro!.
Mi padre me miro y me hizo una seña con su cara para ver que íbamos hacer.
Yo con la cabeza le di a entender que subamos.
Agarramos nuestras cosas y nos subimos al helicóptero.
La nave despego muy lentamente y pudimos ver todos con nuestros propios ojos todo lo que quedo en alrededor de la base.
Nada. Solo eso quedo. Estaba destruida por completo la base. Y alrededor estaba lleno de esas cosas comiendo algunos cuerpos que quedaban tirados en el piso.
Mientras avanzamos por el aire, uno de los soldados que venía con nosotros, tiraba con su ametralladora hacia los infectados. Pero ya nada los detenía, ¿cómo iban hacer para matar a todos?. Ningún ejército podría matar a todas estas cosas asesinas.
Son más fuertes que todo el armamento que un pelotón puede tener. No sé qué es lo que tienen en la sangre, pero realmente son resistentes.
Ya nos estamos alejando de la base y puedo ver el auto de Ricardo, y me da mucha pena de que no se haya podido salvar como nosotros.
                   SABADO 17:30HS…

El helicóptero nos llevó lejos de la base. Todos estábamos callados. Pero un poco más tranquilos, después de lo que paso.
Llegamos hasta un campo con pastos largos, y árboles que se podían ver a lo lejos. Aterrizamos y antes de que yo baje, uno de los soldados que estaba en el helicóptero, me dice:
¡Quédense aquí, vamos a venir por ustedes!.
Luego me aleje, y el helicóptero se elevó y se fue.
Todos nos quedamos mirándolo, ya no sabíamos que hacer.
Nos quedamos ahí parados. Mirándonos entre nosotros.
Pero de repente, mi padre nos dice que caminemos hacia los árboles, ahí vamos a estar a salvo.
Caminamos un largo rato. El sol ya se podía ver que ya se escondía en el horizonte.
No había nadie a nuestro alrededor, todo era silencio.
Todo era muy misterioso en ese campo.
Estábamos como a doscientos metros de los arboles cuando algo sucedió.
Fue como un disparo que se escuchó. Atrás de ese vino otro y otro y otro. No sé cuántos fueron. Pero al escuchar esto grite: ¡¡¡ al suelo todo el mundo!!!.
Todos no arrojamos al suelo. Yo no podía ver a mis padres. Tampoco a Santiago y a la mujer de Ricardo.
Ni siquiera me quería asomar la cabeza, seguramente eran francotiradores, que estaban en la base y lograron escapar.
Pero algo tenía que hacer. Me tome mi tiempo para pensar. No podíamos quedarnos acá tirados. En algún momento nos teníamos que levantar.
Entonces tome coraje y me levante y grite:¡¡¡ no disparen, somos personas!!!. Luego saque mi arma y dispare al aire.
Ahí fue cuanto pude ver, a unas cosas verdes que salían del suelo. Tenía razón lo que yo pensé. Eran francotiradores camuflados.
Me fui acercando lentamente hasta donde ellos estaban. Iba caminando muy despacio con las manos en alto. Ellos no me sacaban la mira de mi cabeza seguramente.
Una vez que me acerque a ellos digo :¡ estamos bien, somos de la base que recién acabaron de atacar, logramos escapar!.
El soldado me mira y me pregunta:¿ cuántos son?.
¡Somos cinco!.
¡Perdón!, dice otro soldado. ¡Son cuatro, estoy casi seguro que a alguien le dispare!.
Al escuchar estas palabras, me di vuelta y fui corriendo hacia donde estaba mi madre y mi padre.
Mientras lo hacía gritaba:¡mama!,¡papa!.¿Están bien?.
Pero no me contestaban. De pronto veo a mi madre que se levanta llorando y con sangre en su ropa.
¡No, hijo!. Dijo mi madre.
Luego pude ver a mi padre tirado en el pasto con un disparo muy cerca del estómago.
¡¡¡nooooooooo!!!, grite con toda mi fuerza.
Me fui directo hacia donde estaban los soldados, que muy lentamente se acercaban.
Y una vez que llegue, les dije:¡ malditos, le dispararon a mi padre!. No podía controlarme.
Ahora ustedes van a hacerse cargo de esto. Pensaba.
¡Llévenlo a un hospital, ustedes tiene que tener algún medico!, dije con mis ojos llenos de lágrimas.
¡No tenemos lugar a donde llevarlo, todo el pueblo esta arruinado!.
¡Muy bien, entonces usted, va a curar a mi padre!.
¿Qué?, me pregunto.
¡Si malditos, ustedes le dispararon!.
No sabían que decir los soldados. Hasta que uno dice.
¡Yo se algo de primeros auxilios!.
¡Muy bien maldito bastardo, tu curaras a mi padre, ahora vamos al hospital del pueblo!. Mientras decía esto sacaba lentamente el arma que tenía guardada.
¡Está bien! Dijo el soldado bajando su rifle.
Entonces ahí aproveche y apunte con mi arma justo en su cabeza.
El me miro, pero no me dijo nada. Al otro soldado le dije que tire su rifle y lo hizo sin ningún problema.
Luego les pregunte:¿ dónde está su vehículo?.
¡Está pasando los arboles!, me dijo el soldado.
¡Muy bien vamos, carguen a mi padre así lo llevamos al hospital!. Dije totalmente con bronca.
¿Ahora vamos a ir?, me pregunto.
¡No mañana. Claro idiota, vamos que se muere!.
Mi padre estaba perdiendo mucha sangre. Los dos soldados cargaron a mi padre hasta el vehículo.
Tenían una hammer. Lo subieron atrás. Luego todos nos subimos y nos fuimos hacia el hospital del pueblo.
                   SABADO 18:55HS…
Llegamos al hospital. Nadie había en la calle. Nos bajamos todos de la camioneta.
Luego antes de que entremos, los dos soldados me piden su rifle.
Yo los miro, pero no dudo en darles sus armas.
Nuevamente cargaron a mi padre y lo llevamos a una sala de operación. Tenían que sacarle la bala que está ahí metida. No le quedaba mucho de vida. Estaba casi blanco como un papel.
No lo iba a lograr.
Mientras estábamos todos en la sala, yo miro por la puerta que no anden esas cosas. Si llegaban a encontrarnos íbamos a ser historia.
De pronto, el soldado comienza a hacer su trabajo.
Yo miro al cielo. Es lo único que falta. Necesito un milagro, espero que la muerte no se lleve a mi padre ahora.

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