jueves, 17 de noviembre de 2011

SUBESSE IN TENEBRIS

   SUBESSE IN TENEBRIS.
 (EL RESURGIR DE LAS TINIEBLAS).
               CAPITULO 5.
Ya Sara había salido del hospital, y gloria su maestra se la llevaba con ella.
Ahora iba a vivir en su casa. Pero ahora hay un  problema. Gloria tiene que decirle a Sara lo que lleva ella en su vientre. Tiene que encontrar el momento justo. Tiene mucho miedo de cómo puede llegar a reaccionar ella.
Las dos iban calladas adentro del auto. Sara iba mirando para afuera, mientras que la maestra se rompía la cabeza en cómo iba hacer para decirle.
La veía tan bien a la pequeña, que no quería sacarle la felicidad. ¿Qué pasaría si ella se entera de que lleva un hijo de su padre?, esa pregunta se hizo desde que salió del hospital.
Todo se había vuelto más difícil de lo que ella pensaba, algo se le tenía que ocurrir para explicarle lo sucedido. Pero la pregunta era, ¿Cómo?.
Después de tanto viajar al fin llegaron a la casa. Gloria bajo primero y le abrió la puerta a la pequeña.
Era el sueño de Sara, aquel sueño que tanto espero, el sueño de no estar más en su casa con su padre.
La pequeña miro el frente de la casa, y sonrió. Luego Gloria, la tomo de la mano y se la llevo hacia adentro para que vea su nueva casa.
Las dos entraron, y se miraron y sonrieron.
              -.¿te gusta?.- pregunto Gloria a la pequeña.
            -.si, seño. Es hermosa su casa.- respondió la pequeña.
Después se dejaron de lado las palabras, y comenzaron a recorrer la casa.
La niña estaba con una sonrisa que nadie se la podía quitar. Pero mientras iba recorriendo la casa, Gloria pensaba en buscar el momento para decirle todo a la pequeña.
Estaba muy entusiasmada por estar en su nueva casa. Una vez de mostrarle casi toda la casa, Gloria la llevo a conocer su cuarto.
Subieron por las escaleras, tomaron un pequeño pasillo para luego llegar a la habitación.
                         -. Aquí es.- dijo gloria.
Sara la miro y se quedó parada en la puerta.
                       -.entra, ahora es tu cuarto.- le dijo gloria con una sonrisa en la cara.
La pequeña al escuchar esto, tomo el picaporte de  la puerta y la abrió.
Se había quedado con la boca abierta. El cuarto de la pequeña estaba pintado de rosa y justo en la pared donde da la cabecera de la cama, estaba pintado un gran castillo con cascadas, y animales que correteaban por todo el campo.
Al ver todo esto, la pequeña abrazo a gloria muy fuerte y le dio las gracias por todo lo que está haciendo por ella.
                 -. Tú, eres el ángel que mi amigo de los sueños me ha enviado, para cuidar de mí y de mi hijo.- dijo la pequeña.
Al escuchar estas palabras, Gloria se quedó helada. Como podía ser que la nena sepa lo que lleva en su vientre.
                   -.¿cómo sabes?.- pregunto Gloria.
                   -.me lo dijo el hombre que hace poco apareció en mis sueños o mejor dicho en mis desmayos.- respondió Sara.

La maestra se quedó pensando, seguramente debe ser alguno de esos amigos  imaginarios que tienen los niños.
Pero no dejara pasar algún comentario, sobre ese amigo que tiene.
Luego de mostrarle la casa, la pequeña acomodo sus cosas en su cuarto y se bañó. Ya era casi la tarde cuando Gloria le dijo:
                 -. Sara,¿ por qué no te recuestas y descasas?.-
                -.si eso hare, estoy un poco cansada.- respondió Sara.
Luego la pequeña se fue a dormir. Mientras que Gloria se quedó preparando algunas cosas para la escuela.
Sara se acostó en su nueva cama, ya que tenía un colchón mucho más agradable, no era como el que dormía todas las noches.
La niña se quedó mirando el techo por unos minutos, y en su cabeza pasaron todas las situaciones que ella vivió con su padre. No podía creer que al fin pude escapar de las garras de ese abusador.
Una sonrisa grande se le hizo, la felicidad volvió nuevamente a la vida de ella.
De pronto, parpadeo y se encontró en otro lugar. Estaba en la misma situación. Acostada y mirando el techo. Pero ese techo no era el de la casa de Gloria, fue ahí cuando se dio cuenta de que estaba soñando nuevamente y aquel lugar en donde ella estaba, era el lugar en donde había quedado la última vez que se encontró con el extraño que no le dijo su nombre porque se había despertado.
Se levantó lentamente de donde estaba, y se vio en una cama enorme, con barrotes como si fueran de oro. Tenía un colchón inmenso. Todo el cuarto era gigantesco. Más lejos de la cama se encontraba una mesa llena de comida, de lo que uno se podía imaginar, ahí había.
Se bajó de la cama muy rápido y comió un poquito de cada cosa. Lo podía sentir parecía real, todo parecía real.
De pronto, va hacia la puerta del cuarto, que también era gigantesca y por su aspecto parecía pesada para abrir. Pero no le importó y con todas sus fuerzas la abrió.
Del otro lado, se encontraban dos hombres muy grandes parados. Eran bastante grandes, nadie quisiera parárseles en frente a estos dos, pensó la niña.
Sara salió caminando, y mientras que avanzaba miraba para atrás, para ver si esos dos que estaban en la puerta la miraban.
Camino por un gran pasillo con pisos de piedra caliza. Las paredes estaban adornadas con pinturas muy oscuras, como góticas. Pero a la pequeña no le importó y siguió caminando por ese lugar.
Estuvo vagando por el pasillo como unas cuantas horas, era largo y recto, hasta que de pronto, llego a un lugar en donde se dividía el pasillo en cinco partes. Entonces ella miro bien y vio por cual quería seguir.
Fue el cuarto el elegido, entonces ella retomo su caminata y siguió avanzando por lo profundo de aquel castillo.
Pero este pasillo no era igual que el otro, era más oscuro, estaba alumbrado con unas antorchas y en vez de cuadros cada diez metros había una estatua de una gárgola que se miraba con otra que estaba justo enfrente, así se repetían a lo largo de este misterioso lugar.
Luego de tanto caminar, Sara al fin  está llegando al final del pasillo, y fue ahí cuando comenzó a escuchar unas voces. Algunas más graves otras más agudas.
Hasta que pudo escuchar la voz de aquel extraño, dueño de todo este reino, que decía:
              -. Patietur, nunc mihi anima tua.-
Pero ella no entendía su vocabulario. Entonces tuvo curiosidad y se fue acercando cada vez más a la puerta, y vio que era negra y tenía en el medio como una especie de frase que ella no entendía.
Entonces lo único que pensó en hacer, fue en abrir la puerta y entrar y ver qué sucede.
Pero la asustaba todo esto, porque esos gritos eran muy fuertes y luego de esos gritos venía esa voz dulce de aquel extraño y atrás de eso se podían escuchar claramente que eran golpes, pero a quien le estaban pegando, se preguntaba la pequeña.
Lo pensó varias veces antes de hacerlo, pero tomo coraje y lo hizo, puso su mano en la cerradura y cuando hizo fuerza para abrir escucho una voz que dijo:
             -.facis, non hic.-
Sara se dio vuelta y vio a uno de esos que estaba en su puerta, la tomo del brazo y se la llevo nuevamente hacia el cuarto.
Una vez ahí, entro nuevamente y se quedó ahí. Pero nadie le dijo nada.
Tan solo, se quedó ella mirando por la ventana mirando un sol tan rojo como la lava, que iba cayendo.
Ahí en ese cuarto, se quedó mirando cómo se escondió el sol y como salió la luna.
Estaba aburrida, pero de pronto, escucha que la puerta se abre muy lentamente, y ahí fue cuando la sonrisa le volvió a la cara.
Vio como entraba tan lentamente el extraño, vestido con un traje negro como el petróleo, con un gran anillo que tenía un diamante rojo en su dedo meñique.
Sara fue a toda velocidad hacia él y lo abrazo. El también hizo lo mismo.
Se quedaron mirando un instante, hasta que él le dijo:
               -. Puer tuus iam tecum.-
Ella le sonrió, como si entendiera lo que él decía.
                -. Angelum, tuum et custodientes tibi.- dijo nuevamente, mientras acariciaba el rostro de la pequeña.
Luego el dio media vuelta para irse, pero Sara lo tomo de la mano, y le dijo:
                 -.¡espera, no te vayas!.-
El, la miro fijo, pero no dijo nada.
              -. No me dijiste tu nombre.- volvió a decir la pequeña.
Hubo un silencio, en ese momento, hasta que él le dijo:
                     -. Patientia, tu nosti propediem.-
Luego de decir esto él se fue, y Sara se quedó sin saber qué hacer. Pero de pronto, el dolor en el útero volvió, y fue ahí cuando se encontró en la casa de Gloria, con esta al lado tratando de tranquilizarla.
          -.quédate tranquila Sara, ahora llamo al médico.- dijo gloria.
Fue agarro el teléfono y llamo al médico. Mientras que la pequeña seguía con sus gritos de dolor en su cuarto.

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