SUBESSE IN TENEBRIS
(EL RESURGIR DE LAS TINIEBLAS).
PARTE 2.
Capítulo 9.
-.¡Sara!,¡Sara!.-
gritaba gloria.
De pronto,
aparece la pequeña Sara con Zabut en brazos.
-.¿qué sucede?.-
pregunta la pequeña.
-. Debes bañarte,
ya es casi la hora de comer y tú no estás bañada.- respondió Gloria.
-. Pero, no tengo
ganas de bañarme hoy.- dijo Sara.
-. Debes hacerlo. Si no lo haces, no
habrá postre después de la comida.- dijo Gloria seria.
-. Está bien, tenga
a Zabut.- dijo Sara.
Luego de
darle al pequeño, la niña se fue a bañar.
Una vez que
la niña dejo la sala de estar de la casa, gloria con el niño se fueron al
sillón, donde siempre estaba prendido el hogar.
-.illic es?.- dijo
gloria que ahora era Astaroth.
El bebé abrió
los ojos y dijo:
-. Adsum. Omnia secunda
prospera ut laoreet.-
-. Ut nos?.-
pregunto Astaroth.
-. Esto ibi usque dum dicam tibi Luciferis.- respondió
Belcebú.
-.Lorem nuc?.-
pregunto nuevamente Astaroth.
-. Habetis fiduciam
nobis. Retro in primum tactum.- dijo Belcebú.
Por otra
parte, la pequeña Sara estaba bañándose en una gran bañera que tenía la casa.
Estaba llena
de agua bien caliente, tan solo su cabeza quedaba afuera.
La pequeña
estaba pensando en su pasado, en lo que paso hace un tiempo en su casa.
Algunas lágrimas
caían por su mejilla.
De pronto,
se da cuenta de que no vale la pena ya pensar en eso. Entonces, se levanta y
sale de la bañera. Comienza a secarse, sin darse cuenta que está mojando el
piso y podría dar un resbalón y caerse.
Termina de
secar todo su cuerpo y comienza a vestirse.
Una vez que
termina, comienza a caminar hacia la puerta, pero no se da cuenta y resbala con
la poca agua que había en el suelo y pega su cabeza contra el suelo, desmayándose.
-. Estas bien, Sara.-
dijo una voz.
La pequeña abrió
los ojos muy lentamente, el sol no dejaba ver lo que había delante de ella. Hasta
que esa persona con su mano tapo el sol que daba en los ojos de la pequeña, y así
ella pudo ver quien era.
-. ¡¡¡Papá!!!.- dijo abrazándolo
muy fuerte.
Él también la
abrazo.
-.pequeña, ¿cómo estás?.-
pregunto el padre.
-. Bien, estoy a salvo
con gloria, ella me está cuidando y está cuidando a tu hij…- lo miro, no podía terminar la frase.
-. Perdóname, por todo
lo que te he hecho. No fue mi intención. Lo juro.- dijo el padre arrodillándose
ante ella.
-. Lo sé, papá. No tienes
que llorar. Levántate. Yo sé que el día que mueras, te arrepentirás de tus
pecados como dice la santa biblia y tendrás un lugar en el paraíso.- dijo Sara.
El la miro y
sonrió.
-. No creo tener un lugar
para mi allá arriba. Esto no puede perdonarse.- respondió el.
-. Yo creo que sí. Estaremos
juntos los dos como antes, tranquilos. Yo no te dejare y Zabut tampoco lo haré.- dijo la pequeña.
-. ¿Zabut le has puesto?.-
-. Sí, yo lo elegí. Fue por
arte de magia como Salió ese nombre. No sabía cómo llamarlo y fue ese el que se
me vino a la mente.-
-. Es un lindo nombre, como
el tuyo. Recuerdo como te puse ese nombre o mejor dicho como te lo pusimos con
tu madre.- dijo el mirándola a los ojos.
La pequeña
se levantó del suelo. Miro a su alrededor y se dio cuenta que estaba en aquel
campo donde se encontró por primera vez a aquel extraño.
Tomo la mano
de su padre y los dos comenzaron a caminar.
-. Cuéntame, sobre mamá.-
dijo la pequeña Sara.
El suspiro y
comenzó a contarle.
-. Tu mama, era la mujer más
hermosa del mundo. La conocí en una heladería. Todavía lo recuerdo. Ese día
hacia muchísimo calor. Entonces decidí ir por un helado y recuerdo que cuando
entre, la vi a ella, sola. Estaba sentada mirando hacia afuera comiendo su
helado. Parecía que había visto a un ángel, era perfecta. Sus ojos, sus labios,
su pelo, sus manos. Todo de ella era perfecto. Desde ese momento, todos los días
iba a esa heladería. No iba a tomar helado, tan solo iba a verla a ella. Hasta que un día, me anime y me
acerque a donde ella siempre se sentaba y le dije –¿ puedo sentarme?- y ella me
respondió – claro, siéntate- al escuchar eso, me senté. Mi corazón latía a mil
por hora. Hablamos de todo y nos mirábamos con ganas de besarnos todo el
tiempo. No sé porque pero mi corazón sentía en ese momento que ella iba a ser
la mujer para toda mi vida, y yo sé que ella también lo sentía.
Estuvimos como
un año y medio hablándonos, paso el verano y llego el invierno y nos seguíamos encontrando
en el mismo lugar.- dijo el padre de la niña.
-. ¿Tomaban helado con el frió .- pregunto la
pequeña sorprendida.
-. No, tomábamos café y comíamos chocolate.-
dijo el padre sonriendo.
Luego siguió
contando.
-. Hasta que un día no
pude aguantar más y le dije todo lo que la amaba y ella dijo lo mismo. Todo se
dio muy rápido, yo conseguí un trabajo y al poco tiempo nos fuimos a vivir
juntos, estábamos felices juntos. Nadie podía separarnos. Hasta que un día
ella, me dijo que estaba embarazada. Fue el día más feliz de mi vida, era lo
que yo quería con ella. Tener un bebé. Pasaron los nueve meses y llegaste vos. Recuerdo
que eras la más hermosa, y lo sigues siendo.
Éramos una
familia feliz, pero un día no sé qué paso, para que ella me haga lo que hizo. Un
día llegue de trabajar, en ese tiempo trabajaba mucho para poder mantenerlas a
las dos. Y recuerdo cuando llegue, tú estabas dormida en tu cuarto y tu madre
estaba con otro en mi propia cama. No pude contenerme y mi reacción fue la peor.-
dijo el padre de la pequeña con lágrimas en sus ojos.
-. Cuéntame papá, ¿Qué
sucedió después?.- pregunto Sara.
-. No pude contenerme, el tipo
que estaba con ella al verme no supo que hacer, pero yo no le hice nada. Tan solo
me enfoque en ella. Me lancé como si fuera un león arriba de ella, la tome del
cuello, ahorcándola con todas mis fuerzas, hasta dejarla sin vida. No quise
hacerlo. Pero así fue como sucedió todo. La mate y quizás por eso te hice todo
lo que te hice. Es que tú eres tan perfecta al igual que tu madre o mejor dicho
eres un calco de ella. Pareces su clon.
Después que
la mate, escondí su cuerpo y te agarre y nos fuimos lejos. Llegamos sin nada,
todo tuvo que empezar de nuevo. Me cambie el nombre me deje crecer la barba. Tuvimos
que ser otros y yo tuve que ser y convertirme en alguien que no quería ser.-
dijo el padre secándose las lágrimas.
-. No llores,
papá. Dios tendrá un lugar para ti.- dijo Sara.
-. No lo creo hija.
Me he portado muy mal contigo.- dijo el padre.
Luego
caminaron en silencio hasta un arroyo y se quedaron sentados mirando como el
sol caía en el horizonte, abrazados como padre e hija.
-. Papá, nunca me
dijiste porque me llamo Sara.- dijo la pequeña.
-. Es el nombre de tu
madre.- dijo el padre mirando hacia el horizonte.
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