SUBESSE IN TENEBRIS
(EL RESURGIR DE LAS TINIEBLAS).
PARTE 2.
Capítulo 16.
Ya a la
mañana siguiente, el cura abre sus ojos. Las mujeres ya no estaban en su
cuarto.
Se levantó
lentamente y se sentó sobre la cama, estaba cansado, después de pasar una noche
de lujuria.
De pronto,
mueve su cabeza y ve un papel en su mesa de luz. Tenía una dirección. Ahí es
donde están los demonios. Ese es el lugar en donde debe entregar al cardenal.
Tomo el papel. Lo leyó. No era muy lejos de donde estaban y quedaba en la dirección
por donde el cardenal dijo.
Se paró y se
fue al baño a darse una ducha rápida. Ahí pensó como haría para entregar al
cardenal y que pasaría después de eso.
Luego del
baño, fue caminando hacia el sillón en donde Lucifer se encontraba ayer y se sentó.
Miro a su alrededor, vio el cuarto. Pudo sentir el olor a azufre que volaba por
el lugar. Miro su bolso y saco la biblia y su cuaderno en donde anota frases
del libro santo.
Comenzó a
leer y anotaba en su cuaderno. Como lo hacía siempre.
Pasaron unos
minutos hasta que pensó, ¿para que sigo anotando si ya traicione a mi
religión?.
Dejo todo
nuevamente en su bolso. Se levantó de sillón y se abrigo para ya irse.
Trato de
dejar de pensar en lo que pasaba por su mente, trato de dejar aquellos
recuerdos buenos que tenía junto a su compañero. Camino hacia la puerta. Puso
la llave en la cerradura, pero no logro abrirla. Un nudo en su garganta y una
fuerte presión en su pecho, hizo que se arrodillara. Comenzó a llorar. Sus lágrimas
caían como cascadas por sus mejillas.
-. Perdóname señor,
te he traicionado. Como judas traiciono a tu hijo. Perdóname. Perdóname, te lo
suplico.- dijo el cura mirando hacia arriba.
Pero una voz rompió las suplicas del cura.
-. ¿Qué estás
haciendo?.-
El cura,
bajo su mirada y giro la cabeza en dirección hacia aquella voz. Vio a Lucifer
nuevamente en su cuarto.
-. ¿No te da
vergüenza?. Te estas arrodillando y pidiendo perdón a un dios que hace tiempo
te abandono.- dijo Lucifer.
El cura se quedó
pensando unos minutos.
-. Dios me abandono,
porque lo traicione.-
-. Él te abandono porque
no le sirves. No eres más que otro siervo buscando poder. Como yo lo fui algún
día.- dijo Lucifer.
Seco sus lágrimas.
Su cabeza pensaba y pensaba en todo lo que iba a suceder hoy.
-. No puedo hacerlo. No podré
entregar al cardenal.- dijo el cura.
Lucifer al
escuchar esto, se acercó tan rápido que el cura no logro verlo llegar.
Lo tomo del
cuello con una sola mano y lo levanto. Sus pies quedaron en el aire. Lo estaba
ahorcando.
-. Claro que lo harás,
maldito siervo. Tú naciste para esto. Para traicionar a tus seres queridos.-
dijo Lucifer mirándolo con sus ojos rojos como lava.
El cura no
podía respirar.
-. Suéltame.-
-. Suplícame como lo
hacías hace un instante.- dijo Lucifer apretándole más y más el cuello.
-. No, no lo hare.- dijo
el cura.
Lucifer al
escuchar esta respuesta, apretó más su cuello. Y mientras más fuerte lo hacía,
la sonrisa del dios del infierno era más grande. Estaba disfrutando su dolor.
-. ¡ Vamos maldito
esclavo!.- grito Lucifer.
-.ppppppooor
ffffffaavoorr.- dijo el cura ya casi sin aire.
Lucifer sonrío.
-. Así
me gusta. Y ahora por tardar en darme la respuesta que quería te dejare un
regalo.- dijo Lucifer.
La mano que
tenía en el cuello del cura comenzó a calentarse. Hasta llegar al punto de
estar tan roja como la lava de un volcán en erupción. El cura comenzó a gritar.
-.¡¡¡NOOOO!!!.-
Lucifer lo
mira sonriente. Luego lo soltó.
El cura cayó
al piso casi desmayado tomándose el cuello.
-. Maldito, ¿Qué me
hiciste?.-
-. No te he matado.
Vivirás.- respondió Lucifer.
Luego
despareció y el cura se levantó muy lentamente y camino hacia el baño tomándose
el cuello. Se miró en el espejo y vio que tenía la marca de la mano en su
cuello. Estaba roja.
Salió del
baño y fue a su bolso, tomo una bufanda y se tapó. No quería que el cardenal
viera la marca, sospecharía.
Luego fue
nuevamente hacia la puerta. La abrió y salió. Camino hasta el cuarto del
Cardenal. Golpeo y espero.
El cardenal
abrió la puerta. Saludo al cura con la mano. Pero de pronto, algo le llamo la
atención al cardenal y le pregunto:
-.¿ te sientes bien
compañero?.-
-. Sí señor. Solo que
estoy un poco cansado.- respondió el cura.
-. Qué raro. Estas pálido
como si hubieras visto al mismísimo Lucifer.- dijo el cardenal.
El cura lo
miro sorprendido. Pero luego agacho la cabeza y rio.
-. Debe ser que dormí poco.-
dijo nuevamente.
-. Puede ser.¿ estás listo
compañero?.- dijo el cardenal.
-. Sí, señor.- respondió el
cura.
-. Hoy presiento que será un
día con mucho éxito.- dijo el cardenal.
Mientras que
el cura se quedó pensando.
Luego el
cardenal cerró la puerta de su cuarto y caminaron nuevamente por el pasillo que
los lleva a la salida del hotel.
El mismo
taxi los esperaba. Los dos se subieron y el vehículo comenzó a moverse. El cura
estaba empezando a transpirar. Podía sentir el sudor como corría por su
espalda. Se estaba poniendo nervioso. El momento ya estaba por llegar. Iba a
entregar a su amigo. A su amigo de toda la vida.
Mientras
tanto el cardenal, estaba con su péndulo. Y así fue como llegaron a la calle en
la que ayer tenían que tomar. Aquella que los llevaría a los demonios.
Solo faltaba
una pregunta que haga el cardenal, aunque él ya sabía que esa era la calle.
El péndulo
dio su respuesta. El cardenal hablo con el taxista y el auto nuevamente comenzó
andar.
El corazón
del cura latía cada vez más rápido. Estaba muy nervioso ya.
De pronto,
el taxi para.
-. Aquí es.- dijo el
cardenal.
El cura
recordó la dirección, y sí, esa era.
El sonido
del viento gobernaba el lugar. Todo el lugar se veía misterioso.
Caminaron
muy lentamente por el camino que los llevaría a la puerta principal de la casa.
Los pasos en la nieve sonaban como si pisarían vidrio molido.
Una vez ahí
en la puerta, el cardenal saca su mano derecha del bolsillo. Pero antes de que
golpee, el cura le dice:
-. Señor, espere.-
El cardenal
lo mira, no entendía.
-. ¿Qué sucede?.- pregunta.
-. No sé si estoy preparado
para esto.- respondió el cura.
-. No tengas miedo hermano. Yo
estoy aquí. Y cuidare tus espaldas.- dijo el cardenal sonriendo y tomándole el
hombro izquierdo.
El cura
suspiro. Miro hacia su costado. Pensó.
-. Es que usted no entiende,
señor.- dijo.
-. ¿Qué es lo que no
entiendo? Y ¿Qué es lo que tengo que entender?.- pregunto el cardenal.
-. Que me tiene que
disculpar.- respondió el cura.
-. ¿Por qué?.- pregunto el
cardenal.
Pero el cura
con mucha velocidad saco una picana de su bolsillo y la apoyo en su cuello. Le
dio un buen shock de electricidad. El cardenal se había desmayado. Luego el
cura golpeo la puerta.
Espero ahí
afuera con el cardenal tirando en el piso y en unos pocos minutos, la puerta
principal de la casa se abrió. Era Gloria o mejor dicho Astaroth.
El cura
ingreso a la casa. Siguió a Astaroth hasta la sala principal de la casa donde
está el hogar con su fuego encendido. Ahí vio una silla.
El aroma
azufre gobernaba la casa.
Ya no había
marcha atrás. Ya no había tiempo para arrepentirse.
El cura tan
solo se quedó a un costado mirando que es lo que harán con el cardenal. Que es
lo harán con su amigo.
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