SUBESSE IN TENEBRIS
(EL RESURGIR DE LAS
TINIEBLAS).
PARTE 2.
Capítulo 13.
Ya habían
pasado unas cuantas horas desde que Sara se encontraba en el hospital.
Gloria
estaba en la sala de espera con zabut en brazos, todavía no podía verla a la
pequeña, ni tampoco sabía que estaban haciendo con ella, tan solo tenía la
información que le había dado aquel doctor que hablo con ella.
De pronto,
sale un enfermero y le dice:
-.Lady, können Sie
gehen, um seine Tochter zu sehen.-
-.danke schön.- respondió
ella.
Se levantó
de su asiento y entro al cuarto en donde se encontraba Sara.
Vio a la
pequeña ahí acostada, con sus ojos cerrados y llena de cables.
-.nicht brauchen Sauerstoff?.- le pregunto
Gloria al enfermero.
-.Nr.
sie ist normal wie ich schlief. weiß nicht, warum das so kennen.- respondió el
enfermero.
Entonces,
Gloria agarro una silla que estaba cerca de ella y la acerco para sentarse al
lado de la pequeña.
La miraba,
la acariciaba. Hasta que le dijo:
-. Sara, que te ha
ocurrido. ¿Dónde estás?.-
Pero la
pequeña, estaba dormida completamente.
-. Aquí lo tengo a
Zabut. Él te extraña, quiere que vuelvas.- dijo Gloria esperando una respuesta
que nunca tendrá.
Mientras
tanto la pequeña seguía en aquella celda. Dejo pasar unos minutos hasta que
salió del lugar en donde estaba escondida.
Camino hacia
la puerta, la abrió y salió nuevamente hacia aquel pasillo.
Pudo ver que
en el piso había mucha sangre, que seguramente era de Máximo.
Sara quería
saber hacia dónde lo habían llevado. Entonces decidió por seguir las manchas de
sangre.
Camino
nuevamente por ese pasillo largo, iluminado por las antorchas. Todo ese lugar
seguía silencioso, ni siquiera podía escuchar algo como para guiarse hacia
donde lo habían llevado a máximo.
Hasta que después
de unos minutos de caminata, escucho un grito.
-.¡NOOOOO!.-
Entonces,
comenzó a correr. Hasta que llego a otra puerta. Pego su oreja en ella. Para
escuchar. Pero una mano se apoyó en su hombro y dijo:
-. Sara, no.-
La pequeña
se dio vuelta y vio que era su padre.
-. ¿Qué sucede aquí?.-
-. Nunca entenderás,
hija mía.- respondió el padre.
-. ¿Por qué lo
golpean a ese muchacho?.- pregunto nuevamente.
-. No puedo
decírtelo, a mí me hicieron lo mismo. Tú me viste. Ahora vámonos de aquí, yo no
puedo estar en este lugar.- dijo el padre de la pequeña tomándola de la mano.
-. No, papa. Quiero
quedarme aquí. Debo ayudarlo.- dijo Sara.
-. No, ya no puedes ayudarlo. Déjalo.-
dijo él.
-. No me quedare
aquí.- dijo Sara nuevamente, soltándose de la mano del padre.
-. Está bien, hija.-
dijo el padre.
Luego, él se
marchó.
La pequeña
se quedó escuchando ahí en la puerta. Pudo notar que solo estaba máximo y otra
persona más ahí adentro. Seguramente, Lucifer era el otro, ya que la pequeña
reconoció su voz.
-. No deberías haber
venido a este lugar. Ahora tú me servirás a mí.- dijo Lucifer.
-. ¡Por favor, no me
haga daño!.- dijo máximo.
Sara no
sabía qué hacer, estaba ahí en la puerta escuchando como torturaban a máximo.
Hasta que no
pudo aguantar y entro.
-. ¡Déjalo en paz!.-
grito Sara.
Lucifer, la
miro. Sonrió y le dijo:
-. Pero a quien
tenemos aquí. Bienvenida Sara.-
La pequeña
vio a máximo atrapado en una silla de tortura. Mientras que Lucifer tenía en
sus manos un cuchillo.
El cuerpo
del joven estaba todo cortado. Y había mucha sangre por todos lados.
-. Déjalo en paz,
maldito.- dijo Sara.
-.
¡¡¡jajajajajaja!!!, ¿que lo deje en paz?.- pregunto Lucifer.
-. Si, déjalo.- dijo
Sara tomando un cuchillo que había en una mesa.
-. Nunca lo hare,
ahora su alma me pertenece.- respondió Lucifer.
-. No puedes hacer
eso.- dijo Sara mientras se acercaba a Lucifer.
-. Nadie puede contra
mí, querida.- dijo Lucifer.
Pero Sara ni
lo dudo y con el cuchillo atravesó el estómago de Lucifer.
-. ¡¡¡aaaaaaahhh!!!.-
grito el rey de las tinieblas.
Entonces la
niña, fue directo hacia donde estaba máximo y trato de liberarlo.
Lucifer seguía en el piso dando gritos de
dolor.
-. Vete, vete, suéltame y
vete de aquí.- dijo máximo.
Sara lo miro
a los ojos y le dijo:
-. Yo te salvare, vamos. Has
un esfuerzo más.-
-. No, no puedo.- dijo
máximo.
-. No tienes que quedarte
aquí. Yo puedo salvarte.- dijo Sara.
-. No pequeña, yo merezco
estar aquí. Toma esto, te cuidara.- dijo máximo obsequiándole una cruz de oro.
La niña, lo
miro. Algunas lágrimas recorrieron sus mejillas.
Luego, se
fue alejando muy lentamente.
-. ¡¡¡SARAAAA!!.-
grito Lucifer.
La pequeña
se dio vuelta y lo miro.
-. Te dije que nadie
puede contra mi.- dijo Lucifer sacando el cuchillo de su estómago.
Sara, tan solo dijo:
-. Nada saldrá como
esperas.-
Lucifer ya
con el cuchillo en la mano, lo lanzo con todas sus fuerzas en el pecho de
Máximo.
La pequeña
se quedó sorprendida al ver lo que había hecho.
Entonces,
salió corriendo de ahí.
Cruzo el
pasillo, el patio y la gran puerta. Hasta que llego al bosque. Estaba cansada.
Se apoyó en un árbol y abrió su mano donde tenía la cruz de oro.
La miro y se
la colgó en su cuello.
Mientras que
en la sala en donde se encontraba Máximo.
Lucifer se
acercó a este, muy lentamente. Con sangre en su ropa.
-. Ya me harte de
ti.- dijo Lucifer.
Luego
comenzó a abrir su boca hasta dejarla gigante. Parecía una serpiente.
Máximo empezó a gritar con todas sus fuerzas,
pero no podía escapar. Ya nada podía hacer.
Lucifer
comenzó a tragar al joven como si fuera un ratón y él una boa.
Tan solo le
llevo unos segundos tragarlo. Luego lucifer se quedó solo en ese cuarto.
Pensando en
su próxima víctima. Sara.
Mientras
tanto los dos hombres de dios, estaban en el avión a pocas horas de llegar a
Viena.
Los dos
estaban durmiendo, pero de pronto, el cura se despierta gritando.
El cardenal,
al escuchar este grito se despierta también y le pregunta:
-. ¿Qué ocurre?.-
Pero el
cura, no respondía a la pregunta del cardenal.
Estaba
temblando completamente. Entonces se levantó y fue al baño del avión.
Abrió la
puerta, entro. Y se acercó al retrete y comenzó a vomitar.
Se sentía
mareado. Se mojó un poco la cara. Y respiro profundamente.
Levanto su
cabeza muy lentamente y se miró al espejo.
Estaba pálido.
Blanco como la nieve.
Comenzó a
llorar, él no sabía porque. Pero lloraba sin parar.
Entonces,
con su mano derecha quiso tomar su cadena con su cruz de oro. Pero no la tenía.
No sabía que
estaba sucediendo. El llevaba su cadena, nunca la dejaba.
Se quedó
pensando, si la había dejado en su mesa de luz del cuarto del Vaticano.
Pero, no
puede ser, Si el, la tenía cuando salieron.
Decidió por
mojarse nuevamente la cara, se miró al espejo por última vez. Ya su color de
piel había vuelto a la normalidad.
Entonces
salió, y se volvió a sentar en su asiento.
El cardenal,
lo miro, pero no le pregunto nada. Tan solo siguió leyendo el libro santo.
Mientras que
el cura, cerro nuevamente sus ojos.
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