jueves, 1 de septiembre de 2011

INVASIÓN - CAPÍTULO 17


DOMINGO 07:30HS…
Ya era de día, tenía que levantarme mi cuerpo lo pedía ya estaba harto de estar ahí acostado.
Me levante y fui a prepararme un té a la cocina.
Todos estaban durmiendo todavía.
Me senté en una silla y comencé a tomar mi té.
De pronto, veo que se despierta el soldado, y me pregunta:¿hoy iras conmigo a buscar comida al pueblo?.
Fue lo peor que me podía haber dicho, yo lo mire sorprendido, hasta que le respondí:¡claro!.
No teníamos vehículo, el pueblo estaba minado de esas cosas. Íbamos a correr un gran riesgo.
El soldado se sirvió un café. Se sentó enfrente de mí. Pero no hablo. Se quedó callado.
Tomo muy rápido su café y luego salió de la cocina y se fue al cuarto  donde estaba la radio.
Trato de comunicarse con alguien, pero fue en vano.
Fue directo a donde estaba su rifle, lo tomo y lo comenzó a cargar.
Luego conto las balas que había, no solo para el sino también para mí.
No tenía ganas de arriesgarme a ir con él al pueblo. ¿Qué pasaría si nos matan?, me preguntaba.
De pronto, el soldado me mira y me llama.
Yo me levanto de mi silla y voy hacia él, luego él me dice:¡ nos quedan cien balas!.
¡Genial!, pensé por dentro, pero no era la cantidad entre la de los tres.
¡A mí me quedan treinta y cinco balas de mi rifle, a ti te quedan unas cuarenta y al cura le quedan veinticinco!.
Perfecto, pensé. Estamos en el infierno. No nos morimos, pero ya siento que todo está terminando.
                      DOMINGO 08:00HS…
Todos ya estaban despiertos en la cabaña. Mi madre estaba totalmente en contra de que yo vaya a buscar comida con el soldado. Porque sabía que quizas no regrese.
Pero no había marcha atrás. Ayer fueron los tres y yo me quede hoy me toca a mí.
¡Vamos!, me dijo el soldado.
Mi madre comenzó a llorar. Pero ya nada podía hacer. Iba a ir al pueblo.
Antes de irme, abrace a mi madre y le dije:¡ quédate tranquila voy a volver!.
Ella me miro y me abrazo.
Luego me di media vuelta y me fui. Afuera el día se estaba nublando, corría un viento que seguramente traería lluvia, porque se puede sentir el olor a tierra mojada.
Comenzamos a caminar por el campo, de repente, el soldado me da mi arma y mis balas.
¡Tienes solo veinte balas!.
¡Qué bueno!, digo yo.
Él se ríe, y luego me dice :¡quédate tranquilo, vamos a sobrevivir!.
Caminamos hasta llegar a la ruta.  Seguimos nuestro trayecto hacia el pueblo. Se podía ver la tormenta que venía avanzando a los lejos.
De repente, me doy cuenta de que estoy pasando por la estación de servicio. Estaba en ruinas. Parecía como si hubiera sido arrasada hace mil años.
Un rato más tarde pasamos por el lugar en el que yo me encontré con Gabriel, todavía su auto estaba.
El óxido lo había invadido. Recuerdo lo que sucedió aquella noche como si hubiese sido ayer.
Todavía estábamos lejos del pueblo teníamos un largo trayecto para caminar.
Pero el soldado me mira y me dice:¡ vamos a cortar por estas casas que están aquí, llegaremos más rápido al pueblo!.
Teníamos que saltar todas las rejas, paredones y todo lo que este en nuestro camino. Íbamos a terminar cansados pero teníamos que hacerlo si no queríamos morir de hambre.
                       DOMINGO 09:00HS…
Comenzamos a saltar las primeras rejas de las casas. Era más seguro pasar por acá, ya que esas cosas estaban en la calle, pienso.
Habremos pasado unas cinco o seis casas cuando me detuve, porque ya estaba cansado.
No tengo mucha resistencia en estas cosas. Siempre reprobé educación física.
Necesitaba tomar un poco de aire.
El soldado estaba para seguir, parecía como si recién hubiéramos salido de la cabaña.
Después de unos minutos de respiro, nuevamente comenzamos a saltar rejas y paredones.
Según el soldado, no nos faltaba mucho para llegar al pueblo.
Pero algo tenía que suceder no podíamos ir tranquilos.
En una casa había cuatro de esas cosas, que íbamos hacer, no teníamos muchas balas.
Es decir, teníamos, pero es mejor guardarlas para no malgastarlas.
El soldado me mira y me dice:¡ bien tendremos que esperar a que se separen un poco, si se separan mataremos de a uno sin disparar!.
Yo asentí con mi cabeza, pero ni loco me atrevía a tratar de matar con mis propias manos a esas cosas.
Esperamos un buen rato, sentados detrás de un paredón que nos dividía de esas cosas.
Habremos estados como media hora. Hasta que el soldado se paró y se trepo al paredón y miro.
De pronto, escucho :¡ hey, vamos!.
Maldición, tenía que ir iba a quedar como un cobarde sino.
Me levante y trepe, esas cosas no estaban. Se podían ver tan solo una, no sabíamos dónde estaban las otras tres.
El soldado fue el primero en bajar hacia la casa en donde estaban esas cosas, luego seguí yo con muchísimo miedo.
Que rayos iba a hacer si se aparecía alguna de esas cosas frente a mí.
Mi única reacción será correr. No quiero que una cosa de esas me mate.
Seguí al soldado, no me separe de él. No iba pegado, pero iba caminando cerca.
De pronto, él se detiene. Yo hago lo mismo.
Comenzó a transpirarme el cuerpo de los nervios. Podía sentir la transpiración correr por mi frente.
Luego sentí unos pasos que venían del otro lado. Estábamos en detrás de una pared, se podía ver un pasillo y de ahí venían los pasos.
El soldado dejo su rifle muy lentamente apoyado en la pared y luego saco un cuchillo tan grande que parecía que era para matar al mismísimo lucifer.
Los pasos se podían escuchar más cerca, fue ahí cuando el soldado salió con toda su furia. Yo fui atrás de él, pero no intervine en su acto de locura.
Pude ver cómo le arrancaba la cabeza a una de esas cosas. Ahora quedaban tres, que aparecieron de la nada.
El me dijo:¡vamos, hay matarlas yo no puedo hacerlo solo!.
No sabía qué hacer, ni siquiera reaccione.
Con su cuchillo en mano, mato a uno, luego al otro. Quedaba uno, pero no fue trabajo para él, ya que lo aniquilo de un solo golpe.
Era increíble este tipo era una máquina.
Mato a todos. Pero cuando se acercó a mí me miro y dijo:¡me podrías haber ayudado!.
Luego agarro su rifle y siguió. Yo no sabía que decirle, me había quedado con la boca cerrada después de ver lo que hizo.
                      DOMINGO 11:00HS…
Pasamos muchas casas, saltamos rejas y paredones. Después de todo eso, estábamos a tan solo una pared de la calle principal del centro.
El soldado nuevamente verifico que no haya más de esas cosas por la calle.
Pero si había, aunque eran unas pocas. Podíamos escapar según él.
Teníamos que hacer unos metros desde donde estábamos. Para ir a un supermercado.
Íbamos a tener que correr unos cincuenta metros, dijo el soldado.
Entonces tome coraje y trepe el ultimo paredón que dividía estar a salvo de estar en peligro.
Una vez que subí, mire a mí alrededor, y la verdad que había muchos de ellos. Pero según mi compañero si bajábamos sin hacer ruido no nos iban a escuchar.
Salte al piso, el soldado me siguió.
Ya estábamos ahí. No nos habían escuchado. Ahora teníamos que correr sin parar y sin mirar hacia atrás.
Fue eso lo que hicimos de inmediato, corrimos con todas nuestras fuerzas, pero algo tenía que salir mal.
Una de esas cosas nos vio y cuando grito, todos los malditos infectados que estaban ahí, se dieron cuenta y venían hacia nosotros corriendo con todas sus fuerzas.
Corríamos con todas nuestras fuerzas estábamos muy cerca del supermercado.
Lo único que pido es que mis piernas resistan.

No hay comentarios:

Publicar un comentario