viernes, 2 de septiembre de 2011

INVASIÓN - CAPÍTULO 19


              DOMINGO 13:59HS…
Estábamos encerrados, los golpes en la puerta se hacían cada vez más fuertes. Pero no tenemos escapatoria. Ni siquiera una ventana tenemos. Todo está cerrado.
De pronto, nos damos cuenta de que la puerta en cualquier momento va a caerse. Algo tenemos que hacer.
El soldado estaba muy tranquilo, como si nada de esto estaría pasando.
De repente, el soldado se levanta y comienza a caminar.
Yo le pregunto:¿Qué hacemos ahora?.
Él no dice nada. Pero de pronto, mueve la mesa que había en el lugar, y saca la alfombra que cubría una parte del suelo. Cuando la saca, pudimos ver una puerta de un sótano.
Pero cuando la fuimos a abrir, estaba cerrada con llave.
Los dos comenzamos a buscar, la llave de esa maldita cerradura. Pero no la encontrábamos por ningún lado.
Hasta que el soldado se cansa de buscar y con la silla que había, comienza a golpear la puerta de ese sótano. Pero no se daba cuenta de que la iba a romper.
Los golpes daban justo en el centro de la puerta. Hasta que la rompe. No sé cuántos golpes le dio, pero lo que si se es que ahora podemos entrar a ese sótano.
Bajamos unas escaleras, hasta que por fin llegamos.
Estaba todo oscuro el lugar. No se podía ver nada.
Caminábamos hacia ningún lugar. De pronto, el soldado saca un encendedor y comienza a caminar, aunque daba muy poca luz, algo podíamos ver.
Pero algo me choque y caigo al suelo. Qué raro, pensé. El suelo era muy blando. Mi compañero me levanto y cuando me alumbro era el cuerpo de un hombre. Seguramente el dueño. Que todavía su nombre lo tengo en mi mente Darío, con su apellido italiano que no recuerdo.
Estaba casi en estado de descomposición por eso estaba blando.
Por suerte, este hombre tenía una linterna en su mano.
La agarre y me fije si prendía. ¡Sí!, funciona.
Alumbre el cuerpo del hombre y vimos que tenía un disparo en la cabeza. Agarramos su arma que estaba tirada al lado de su cuerpo, nos fijamos si tenía balas pero no. Era en vano tener un arma sin balas.
Había botellas de licor tiradas por todos lados. Seguramente este hombre se emborracho hasta no aguantar más y se disparó en la cabeza.
Que feo habrá sido para este hombre ese momento.
De pronto, vemos un cartelito que dice: SALIDA DE EMERGENCIA y luego lo acompaña una flecha que nos indica para donde tenemos que ir.
                      DOMINGO 14:35HS…
Caminamos hacia donde indicaba la flecha. Hasta que al fin pudimos llegar a la salida del lugar.
Teníamos que abrir la puerta solamente para poder irnos. Pero no sabíamos que había del otro lado.
Entonces el soldado se saca su camisa y agarra una botella de licor.
Rompe su camisa en varias partes. Luego inserta una pequeña parte de la camisa adentro de una botella y luego con su mano vierte la botella para que la tela se moje. Una vez que hizo esto con su encendedor prende fuego la tele. Listo ya teníamos una bomba molotov para tirarles a esas cosas.
Abrimos la puerta y vimos que había algunas de esas cosas. No eran muchas pero tampoco eran pocas.
El soldado tira su bomba molotov y acierta en esas malditas cosas.
Luego, salimos corriendo a toda velocidad. Porque solamente le dio a algunas.
Mientras corríamos teníamos que volver por el mismo lugar que vinimos antes.
Llegamos a una de las casas que pasamos antes y volvimos a hacer todo lo mismo que habíamos hecho antes.
Cruzamos la primera casa caminando y así sucesivamente.
Pudimos tomar un poco de aire, después de todo lo que pasó allá en el pueblo.
No nos cruzamos a ninguna de esas cosas. Estábamos a salvo, era raro que este todo tranquilo.
Llegamos a la última casa del otro lado estaba la ruta.
Después de esta casa ya podíamos estar más tranquilos.
Saltamos el último paredón. Por suerte, habíamos salido ilesos.
Llegábamos vivos a la cabaña.
Íbamos caminando muy tranquilos por la ruta, la tormenta que se veía lejana cuando nos fuimos a buscar comida. Ahora estaba sobre nuestras cabezas.
Mientras caminábamos con el soldado, tomábamos el licor que sacamos de la licorería.
Aunque hacía calor bebíamos el licor como si fuese invierno.
Nos faltaba bastante para llegar a la cabaña. Pero no nos hacíamos problema. Ya que esas cosas están en el pueblo todavía.
Comenzó a tronar, el cielo estaba negro. Iba a ser una tormenta fea.
                       DOMINGO 15:10HS…
Estábamos llegando al lugar en donde estaba el auto de Gabriel.
Pasamos por al lado del coche carbonizado, ya con oxido, y los pelos de mis brazos se erizaron. Se me vino a la mente aquella noche cuando la mujer lo ataco con una mordida en su cuello.
Por dios que locura todo esto que paso.
Luego de pasar el auto, las nubes dejaron caer sus gotas. La lluvia había empezado. Las gotas eran bastante grandes y caían con mucha fuerza.
A unos ciento veinte metros, veo la estación de servicio que estuve hace mucho tiempo.
Fuimos corriendo hasta ella y nos refugiamos ahí.
Era terrible como llovía, parecía que el cielo se estaba cayendo.
Íbamos a tener que esperar acá abajo hasta que pare.
Estuvimos un buen rato, hasta que la lluvia dejo de caer tan fuerte, fue ahí cuando decidimos salir y seguir caminando.
Estábamos a unas diez cuadras de la cabaña. Yo tenía muchas ganas de tirarme un rato y dormir. Estaba cansado. El soldado se podía ver, que todavía tenía energía para estar haciendo cosas por días.
Todavía tronaba iba a ser una tormenta bastante fuerte, sino nos apuramos nos va a agarrar un aguacero como el de recién.
Ya desde lejos se podía ver la cabaña, ya tenía ganas de dormir. Mis piernas, creo que se movían por inercia, estaba realmente exhausto.
El soldado me mira y me dice:¡ gracias por acompañarme, fuiste muy valiente al hacerlo!.
Yo lo mire y sonreí.
                      DOMINGO 15:52HS…
Por suerte, ya habíamos llegado a la cabaña. Entramos, pero no había nadie. ¿En dónde estaban todos?, nos preguntamos los dos.
Dejamos el bolso. Y buscamos, pero no había nadie en la casa.
Esto me huele mal, pensé por dentro.
De pronto escuchamos un grito que decía:¡ayúdenme, ayúdenme!.
El soldado y yo salimos rápido, ahí fue cuando pude ver a mi madre, que venía con Santiago en sus brazos y con sangre en sus manos y en su ropa.
Al ver esto, los dos fuimos hacia mi madre corriendo. Agarramos a Santiago para ver que le había ocurrido, pero él no tenía nada.
Mi madre me mira y me dice:¡él está bien, pero la madre no. Esas cosas la mordieron. Eran muchos. El curo pudo matar a algunos y rescatarla. Pero ya no puede más!.
¿Ahora dónde está?, le pregunte a mi madre.
¡Vengan conmigo!, me respondió.
Comenzamos a dirigirnos hacia donde estaba la esposa de Ricardo.
¡Tenemos que apresurarnos!, dijo el soldado.
¿Por qué?, pregunte.
¡Porque si no se va a convertir en una de esas cosa, hay que llegar y matarla!.
¡Maldición!, pensé. Ahora tenemos otro problema.

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